Daniel Goleman en su
libro “Inteligencia Emocional” habla de ella como la capacidad de tomar las
riendas de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos más
profundos de nuestros semejantes, manejar amablemente nuestras relaciones o desarrollar
lo que Aristóteles denominaba la capacidad de “enfadarse con la persona
adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y
del modo correcto”.
De forma práctica, la inteligencia emocional hace referencia a
la capacidad de resolución de problemas que se nos plantean en nuestra vida
cotidiana así como a nuestra capacidad de adaptación a distintos entornos. La
vida es flexible y como tal debemos ser capaz de adaptarnos a ella tal y como
viene.
Las emociones
básicas son: alegría, sorpresa, ira, tristeza, miedo y asco. Todas ellas
presentan un gesto facial correspondiente y deben ser aceptadas por todos
nosotros aunque haya algunas que nos resulte más placentero experimentar. No es
inteligente no querer sentir algunas de estas emociones porque forman parte del
ser humano e incluso algunas de ellas tienen una función adaptativa. Por
ejemplo, el miedo nos hace huir cuando un animal quiere atacarnos, esta función
es adaptativa y el ser humano la ha desarrollado desde muchos siglos atrás, por
lo tanto, demos la bienvenida a todas y cada una de nuestras emociones.
Ahora bien, ¿cómo podemos saber si somos emocionalmente inteligentes?
La inteligencia
emocional presenta las siguientes características:
ü Conocer
las propias emociones: identificar de forma activa nuestras
emociones. ¿Cómo se hace eso? Parándonos a analizar qué emoción estamos
sintiendo en el momento en el que la sentimos y hacer una interpretación de por
qué estoy sintiendo eso.
ü Conocer
las emociones de los demás: mediante los gestos faciales, el
vocabulario empleado a la hora de hablar, el tono de voz, etc, podemos saber
cómo se sienten los demás.
ü Empatía:
percibir los sentimientos de la otra persona. Hay que diferenciarla de la simpatía,
la cual aparece cuando la persona que escucha termina sintiendo lo mismo que la
persona que cuenta el problema. La empatía es la capacidad de escucha activa,
de poner en palabras los sentimientos de la persona que nos cuenta sus
problemas, capacidad de dar tiempo a la reflexión; se trata de ser un espejo
para la persona que habla.
ü Motivación:
estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta. La motivación es una
reguladora potente del comportamiento. Permite concentrar nuestra atención en
una determinada tarea. Existe un componente afectivo en la motivación que nos
hace que seamos constantes y no abandonemos aquello que hemos empezado.
ü Habilidades
Sociales: pericia en el manejo y construcción de redes de
relaciones. Habilidad para encontrar un espacio común.
Nota: cuidado!!
Algunas emociones “nos engañan”!! Debemos identificarlas pero no debemos
dejarnos guiar por algunas de ellas en algunos momentos, debemos canalizarlas de
forma correcta. Ni todo lo que pensamos es cierto ni todo lo que sentimos lo
es. Es un conjunto de circunstancias personales, vivencias pasadas, deseos,
etc, lo que nos hace pensar y sentir como lo hacemos.
Es difícil ser ponderado cuando intervienen agentes como la ira, los celos, el amor o el desamor, que enfatizan las emociones. Creo que es como el deporte, conforme ejercitas el músculo lo haces más resistente; con las emociones es parecido, hace falta vivir situaciones difíciles para aprender a relativizar, y por tanto a ser más equilibrado.
ResponderEliminarSí, tienes mucha razón Sergio, las emociones con el paso del tiempo y las experiencias vividas se van relativizando y la intensidad de las mismas va siendo diferente.
ResponderEliminarHace poco, una amiga con 30 años me decía que tenía muchos cambios emocionales y que le parecía "extraño a esa edad" y es que no importa la edad sino las experiencias como bien dices.
Gracias por tus comentarios
Un saludo